El Dr. Pedro Manuel Ruiz |
PEDRO MANUEL RUIZ, MI ABUELO Juan Carlos Parisca Pérez El Dr. Pedro Manuel Ruiz, de profesión Ingeniero Civil, padre biológico de mi madre, Mercedes, nació en Caracas en 1868 y murió envenenado el 1 de agosto de 1921 a las 11 de la mañana, después de una agonía terrible, en La Rotunda, la prisión donde estuvo preso desde 1919, acusado de ser uno de los principales dirigentes de la conspiración de abril de ese año, contra el gobierno del General Juan Vicente Gómez. Tuvo una figuración pública muy destacada. Había sido organizador de las estadísticas en Venezuela. Nombrado por el Presidente Cipriano Castro director de Estadística en el Ministerio de Fomento (11/11/1904), se encargó de renovar y perfeccionar el cuerpo documental de la estadística venezolana, con Juntas y Oficinas de Estadísticas en todo el país y con seis secciones: Estadística Natural, Estadística Demográfica, Estadística Social y Moral, Estadística Industrial, Estadística Comercial y Estadística Política y Administrativa. Puso al día el Servicio Demográfico Nacional, restableció la publicación del Anuario Estadístico (1905-1912), dirigió la publicación del Boletín de Estadística (mensual), así como la de un trabajo sobre pesas y medidas utilizadas en el país. Fue autor del libro “Demografía Venezolana 1907”, primera obra del género en Venezuela, así como de otros textos en el área educativa que lo consagraron como hombre de ideas sociales de avanzada. Participó en la fundación del Círculo de Bellas Artes, institución formada en 1912, para exigir la renovación de la enseñanza de las artes y las letras. Como narra Cecilia Pimentel en su libro “Bajo la Tiranía 1919 – 1935”, Pedro Manuel participó conjuntamente con Leoncio Martínez “Leo” y Francisco Pimentel “Job Pim”, en la dirección de Pitorreos, un periódico humorístico, en cuya dirección figuraban pioneros en Venezuela de las ideas marxistas, entre los cuales se encontraban el propio Pedro Manuel. En la dirección de Pitorreos se fraguó la conspiración de 1919 contra la dictadura de Gómez, encabezada por el hermano de Cecilia, el Capitán Luis Rafael Pimentel, brillante oficial de artillería que poco antes había regresado de cursos de formación militar en el Perú. La conspiración contó con la participación activa de Pedro Manuel, conjuntamente con Leoncio Martínez “Leo”, los hermanos de Pimentel, Francisco “Job Pim” y Tancredo. El sastre y dirigente sindical Leopoldo Torres Abandero, José Rafael Pocaterra, Jorge Luciani, Avelino Martínez, Ramón Feo Calcaño, Rafael Mercado, Federico Wulff, Gustavo Machado, Salvador de La Plaza y Pedro Zuloaga. La rebelión debió estallar el 16 de enero de ese año, con un pronunciamiento en los principales cuarteles de Caracas. Tenía por fin derrocar a Gómez e instaurar una junta provisional que organizara unas elecciones, encabezada por el Lic. Agustín Aveledo. La noche antes de la fecha señalada la conspiración es develada por una delación. Fueron apresados los militares y civiles comprometidos, a quienes se sometió a terribles torturas. Fueron encerrados en La Rotunda bajo un régimen terrible de atropellos y miserias de toda clase, como consecuencia de lo cual varios encontraron la muerte. Las torturas las aplicaban en Villa Zoila, antigua residencia de la familia presidencial, en tiempos de Castro, antes de mudarse éste a Miraflores. Las dirigía el propio General José Vicente Gómez, hijo del Presidente e Inspector General del Ejército. Por allí pasaron el propio Pedro Manuel, los hermanos Pimentel, los hermanos Miguel y Cristóbal Parra Entrena, oficiales del Ejército y el Teniente José Agustín Badaracco. Este último, así como Miguel Parra Entrena, murieron en plena sesión de tortura. El conocido libro Memorias de un Venezolano de la Decadencia, de José Rafael Pocaterra, narra la vida terrible de los presos de La Rotunda. Pedro Manuel, con Juana Laura Maury, hija del pintor Emilio Maury, fallecida en Caracas el 9 de noviembre de 1918, en la epidemia de gripe española, tuvo cuatro hijos: Laura, Pedro, Mercedes y Carmen. Con Inés Peraza tuvo otra familia que conservó el apellido Ruiz. De esa unión nacieron otros cuatro hijos, entre ellos el Profesor Gustavo Adolfo Ruiz, de la Escuela de Educación de la Facultad de Humanidades de la UCV, quién mantenía amistad con mamá. En años más recientes conocí a otros primos Ruiz, particularmente a Gonzalo Vanderdys Ruiz, ingeniero, de mi generación, a Nidia Ruiz, profesora universitaria, hija de Gustavo y a Federico Ruiz, conocido músico. Cecilia Pimentel cuenta la terrible agonía de Pedro Manuel, víctima del veneno y el vidrio molido que les daban en la comida a los presos indeseables. El momento de su muerte quedó registrado en el poema de Francisco Pimentel “Job Pim”, hermano de Cecilia:“Se está muriendo mi vecino”.
Juan Carlos Parisca Pérez
juan.parisca@sigoweb.com
Oyendo agonizar a D. Pedro Manuel Ruiz.
Se está muriendo mi vecino desde aquí escucho su estertor será otra cruz en el camino de este larguísimo dolor. Un terrible mal le asesina; úlceras tiene a discreción; no le han dado una medicina ni una vedija de algodón. Quizás no llegue a la mañana ni oiga la música marcial a las cinco cuando la diana sacuda el sueño del penal. Y cuando la “ronda” se presente “¿Como amaneció por aquí?” obtendrá un silencio elocuente que equivale a “¡No amanecí!” Pasará después la requisa sabrá el jefe la novedad; luego sin darse mucha prisa procederá en conformidad. Vendrá el cabo con el martillo, golpeará muy fuerte, y después de la gruesa barra del grillo desuncirá los yertos pies. En la cobija sucia y vieja lo coserán; luego entre dos lo cargarán hasta la reja y desde allí… ¡Sábelo Dios! (Ni ha de ser muy arduo tampoco transportar el cuerpo hasta allá: los muertos de aquí pesan poco es cosa comprobada ya). | Y se acabó, hasta el mes que viene, que otro saldrá de modo igual, veremos qué nombre contiene la próxima rifa mensual. El corazón se me amilana me invade súbito terror; es muy probable que mañana oigan los otros mi estertor… Y tengo treinta años apenas ¡como no he de desesperar si en la vida hay tantas cosas buenas, ¡tanto que ver, tanto que amar! bello es también morir así; No, que la muerte no te aflija, para nosotros la cobija que es brocado carmesí… ¿Qué más da morir en lo oscuro o perecer en plena luz? La muerte nuestra de seguro siempre ha de ser muerte de cruz. Y si el martirio nos reclama digno a la empresa será el fin: Don Quijote murió en su cama porque ye no era paladín. Y me resigno a mi destino sin cobardía y sin dolor… Se está muriendo mi vecino, ya no se escucha su estertor… La Rotunda, 1921 |